
PEREGRINANDO HACIA SANTIAGO
Diario de una maga que no sabe que lo es
CUANDO UN CASTAÑO MILENARIO TE HABLA
27/4/23
El día 3 del CAMINO.

He comenzado a andar a las 8’10h de la mañana.
El guía me ha enviado a hacer la etapa sola.
Me gusta la idea.
Encuentro mi ritmo de caminar y mis paradas.
Tengo dos asuntos mentalmente abiertos del mundo tonal, del cotidiano. No me apetece atenderlos, es más, me fastidia. Pero si no lo hago ocupará parte de mi energía toda la mañana.
¿Tan complicado es desaparecer del mundo por unos días?
He llegado a Foncebadón, 5km.
Ha sido duro, todo cuesta arriba, pero a la vez muy emotivo.
En ocasiones al borde de las lágrimas.
Encontrarme con las sonrisas de los peregrinos que me pasan por delante se ha vuelto una fiesta.
Las flores de colores intensos, amarillas, azules, morados, a las orillas del sendero, se alegran al verte pasar.
Y he sentido como los árboles, revestidos de su viejo traje, han sido mis guardianes durante toda la etapa.
Y la alegría que inunda mi corazón cuando vislumbro las casitas de piedra del pueblo siguiente es indescriptible.
Voy sonriendo todo el rato y pienso que el camino puede ser gozoso, muy gozoso.
Todavía mi mente juega al despiste, a sacarme del presente, ocupada en asuntos banales.
Haciéndome preguntas sobre si no preferiría vivir así., levantándome al amanecer, acostándome al atardecer. Cerca de la naturaleza.
A la que otra voz interna sale rápidamente al quite, respondiéndole:
- sí, claro y ¿cómo te ganarás la vida?
Y una nueva voz que apunta:
- ¡como si la vida hubiese que ganársela!
Es interesante ser la observadora de las voces que pueblan mi mente.
Horas después estoy a las puertas de Acebo de San Miguel.
He parado en un mirador que muestra desde lo alto el pueblo.
Si antes subía, ahora llevo un buen rato bajando. No sé decirte que es más duro si subir o bajar. Bajar entre grandes pedruscos me carga las rodillas, los tobillos y las almohadillas de los pies. Y hace calor. Creo que me he quemado el brazo a causa del sol.
Pero estoy feliz. Realmente feliz.
Hay paz en mi corazón.
Caminar, caminar, caminar… podría levantarme cada día y caminar.
Y me doy cuenta de que no voy a ninguna parte.
Sólo el gozo de caminar.
Nada me espera.
Ningún sitio donde llegar.
Son las 13’00h.
No he comido.
Ni desayunado.
Y no tengo hambre.
Un café y un puñado de nueces me mantienen en movimiento.
Siento mucha energía.
Una energía tranquila y llena de amor.
Me acompaña mi vril.
Un vril es una pulsera de 24 cuentas. 7+ 1 x 3
Se usa para contar respiraciones, lo que te ayuda a ir caminando consciente y presente.
Es un gran aliado.
7 respiraciones conscientes y un Soy Amor/Eres amor que recito mentalmente.
Se me ensancha el corazón.
Y me conecta con Sunie porque el vril es suyo.
Ahora mismo no sé que hacer. Si parar el el pueblito y comer o atravesarlo y seguir adelante hasta la parada de hoy.
Creo que voy a seguir.
Pero necesitaría encontrar una fuente para rellenar mi botella de agua.
A la entrada del pueblo, a la izquierda estan mis compañeros de camino sentados en la terraza de un bar comiendo… me voy a dirigir hacia ellos cuando, veo, a la derecha, la fuente de agua.
Es la señal de seguir. Lleno mi botella con agua realmente fresca. ¡Qué bendición! Y hago un gesto de despedida a mis amigos sin ni siquiera acercarme a ellos. Continúo mi bajada.
Acaba de abrírseme el corazón.
Conciencia expandida.
No sé qué ha sucedido.
Será un cúmulo de cosas.
El silencio, la naturaleza que habla y puedes sentirla, el frescor del sendero después de tanto calor, el sonido del pequeño riachuelo, la mariposa blanca acompañándome muchos pasos como si fuese mi guía, como si fuese yo.
El caso es que he explotado a llorar. A llorar sin un por qué.
No podría decir que era de agradecimiento, aunque lo era.
No podría decir que era de amor, aunque lo era.
No podría decir que era de alegría, aunque lo era.
No podría decir que era paz, aunque lo era.
Y así un sinfín de emociones brillantes han hecho que explotara mi corazón.
En esas estaba cuando he visto un inmenso, pero inmenso árbol. Un gran castaño grueso, de muchos años, quizás milenario.
Me salía un poco del camino, pero he tenido que ir hasta él porque me estaba llamando.
Ante él he descargado mi mochila y he sacado mi japa mala.
En este viaje, el japa mala representa mi trabajo y el viajo castaño me ha pedido que se lo deje colgado de una rama.
Y me ha dicho lo siguiente:
“Ni en la vida, ni en el trabajo tienes que ir a ningún sitio.
Caminar te basta.
No hay donde llegar.
Caminar te es suficiente para explotar de amor.
Camina, trabaja, vive, pero recuerda que no vas a ninguna parte porque ya estás allí a donde pretendes ir. Nunca te fuiste a ningún lado”.
Claro y meridiano.
El camino a Molina Seca, desde que dejé al viajo castaño, ha sido mortal. Cuesta abajo, empinada y con piedras enormes.
Tengo los gemelos cargados, muy cargados. Los pies me arden.
Sin embargo, estoy muy feliz, muy contenta.
El albergue es bonito.
He llegado antes que mis compañeros.
He reservado sus literas también porque prevén que se va a llenar.
He lavado alguna ropa a mano.
Me he duchado y en el trocito de césped que tiene he hecho varios estiramientos.
Aquí hablo por primera vez con un chico, bueno, él me habla… cruzamos 4 frases sobre la dureza de la etapa.
Mis compañeros han tardado un par de horas en llegar.
Me ha dado tiempo para descansar. Sin embargo, los pies se quejan. Me ha salido una ampolla en la base de los dedos del pie derecho. Mal asunto.
Cuando han llegado mis compis, se han instalado, han puesto una lavadora y hemos hecho un círculo de compartir.
Ha sido mágico.
A todos nos ha llamado, de una forma u otra el milenario castaño. Cada uno de nosotros, ha salido del camino para ir a su encuentro ¡y no íbamos juntos! De los 4 que somos, 3 hemos dejado ofrendas en él y nos hemos llevado respuestas claras a nuestras preguntas.
Después del círculo, a pesar de la pesadez de nuestros pies, salimos del albergue para ir a cenar. Encontramos un bar a la orilla del rio, donde pasamos una velada muy agradable. El buen vino seguro que ayudó.

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Me siento tremendamente identificada, no sé si porque compartimos edad y esto es una etapa de la vida, o porque compartimos inquietudes. El ser fanática de la magia, pero que nos cueste verla en lo cotidiano, querer ser blandita y que al final gane el ego me resuena en lo más profundo.
Te felicito por tu camino y deseando leer las siguientes etapas.
Puede que todos, en cierto modo, seamos más parecidos de lo que creemos.
Gracias por leerme bella.