
PEREGRINANDO HACIA SANTIAGO
Diario de una maga que no sabe que lo es
DEMASIADO ASFALTO, DEMASIADO CALOR, DEMASIADA MENTE
28/4/23
El día 4 del CAMINO.

La noche ha sido tremenda a causa de un tipo que parecía el Trueno de Tor.
Sus ronquidos pertenecían, al menos, a los dioses más temibles de las leyendas Vikingas.
La habitación, donde dormíamos, o lo intentábamos, 10 peregrinos, se llenó de resoplidos, suspiros, murmullos y chasquidos de lenguas… pero nada hizo callar a Tor.
Nuestro compañero Francisco resolvió yéndose a dormir al pasillo. No había cama, pero era mejor.
Yo me puse los auriculares y busqué una música relajante en el móvil. Así concilié el sueño.
Al amanecer, comentamos la jugada de la noche para desahogarnos y descargar las tensiones con risas.
Siento los gemelos muy, muy cargados de la bajada tan abrupta que hicimos ayer.
Sin embargo, me siento con mucha energía,
He comenzado a caminar a las 7’45h de la mañana.
Asfalto.
Me he salido del camino por recomendación del mesero del albergue para ahorrarme 2 km ya que ambos iban por asfalto.
Esto me ha traído mi primera sensación de soledad.
No avistaba ningún peregrino ni por delante ni por detrás, que suele ser lo común. Y un pensamiento “catastrófico” me ha venido a la mente.
“Te has salido del camino.
Ponferrada es una ciudad grande. Las señales de la ruta peregrina no estarán por donde tu entres a la ciudad.
Quizás te pierdas.”
Si, esa es mi mente… pongámosle una sonrisa. Aunque realmente me he agobiado un poco.
Bien.
Cuando he entrado en Ponferrada ha sido muy extraño.
Con apenas dos días de naturaleza, llegar a la ciudad, encontrarme con enormes edificios, el ruido de los coches transitando, sus gentes cabizbajas…, me ha hecho sentirme fuera de lugar.
Aquí no hay eso de “buen camino”.
La gente va a lo suyo, inmersa en sus preocupaciones, distraída.
¿Qué nos pasa en las ciudades? Me dan ganas de llorar.
El mismo corazón, todos tenemos el mismo corazón, pero es como si en la ciudad se hicieran pequeños, pequeños y contraídos, y de latido muy débil.
El entusiasmo que es el alimento de una de las más grandes expresiones del amor (ÁGAPE) desaparece y entonces es como si murieras en vida.
Reflexionando sobre el entusiasmo y uniéndolo a lo que leí el otro día sobre la muerte de los sueños estaba, cuando me encontré con la señal peregrina que me reconducía al camino.
¿Ves mente? Tu siempre tan catastrofista
De nuevo en el camino observo que comienza a pasarme gente que salió antes que yo del albergue. Así que si, algo he debido de acortar.
Saliendo de Ponferrada hago un compromiso conmigo misma:
“Me comprometo a mantener mi entusiasmo por la vida y las personas. A levantar la cabeza mientras camino, aquí y en mi pueblo. A saludar sonriente.”
Woww. Estoy agotada.
Caminar por el asfalto es infinitamente más duro que caminar por la naturaleza.
Siento que se me ha abierto la planta del pie derecho. Me duele al apoyarla a cada paso y a veces me voy tambaleando de un lado a otro.
Tendré que ir parando más veces, aunque hoy es más difícil encontrar lugares para descansar. La orilla de la carretera no ofrece descanso.
Escucho mis pasos y viajo lejos.
Es como si mi alma ya hubiese recorrido este sendero más veces.
No voy lenta. Siento que mis piernas me llevan a algún lugar con cierta premura. Y mientras lo escribo, los ojos se me humedecen como confirmando esta sensación.
El asfalto se vuelve sendero antiguo y polvoriento e imagino las casas que llevan siglos pasar a peregrinos contando historias.
Debe ser bonito tener tu casa a orillas del camino por el que transitan los peregrinos.
A mi me gustaría mucho.
Es el recuerdo constante de que tu vida es un peregrinaje hacia tu Ser.
Debió ser raro dejar de verlos pasar durante el confinamiento del evento 2020.
Me hago pis. Esta sensación en la vejiga me trae de vuelta al asfalto. No veo donde vaciar.
En el trayecto he intercambiado varios audios con Sunie, aunque el guía no lo tenga permitido
Le siento feliz y emocionado por mí. Eso le honra tanto…
También he intercambiado unos WhatsApp con Lucía. Me acuerdo de ella. Siento que le gustaría mucho hacer el camino.
Segundos después de estos mensajes Julio, el guía, me manda un whatsapp en el que leo: deja el whatsapp ya.
Uff.
Recuerdo que mi propósito al comienzo del camino fue obedecer al guía. Y claro, yo ya sabía que no se podía usar el teléfono y lo acababa de usar.
Mi mente enseguida se ha puesto a buscar excusas.
A buscar argumentos que justificaran el uso del teléfono.
Wowww.
Observo como van apareciendo sentimientos de culpa.
De haberla cagado.
De no estar a la altura…
me interrogo sobre por qué no puedo obedecer… y un sinfín de pensamientos horripilantes sobre mí.
Y alguno también sobre mi guía.
Puedo observar como me voy identificando con mi mente y con lo que me dice.
Puedo observar como va llegando el malestar.
No había dado ni 500 pasos, aún con mi mente acelerada, veo a Julio sentado en una terraza de un bar.
Aunque yo salí antes que él, debió adelantarme en alguna de mis paradas.
Cero ganas de encontrarme con él tal y como me encontraba.
Me debatía entre si justificarme o no.
Mi mente insistía en atizar el fuego diciéndome que no saldría ilesa de ésta.
¿Ilesa?
¿En serio?
¿Ilesa?
Necesitas ser buena chica.
Necesitas que te quieran.
Necesitas ser especial.
Necesitas no decepcionar.
Mensajes que brotaban como las palomitas en la olla con el aceite caliente.
Me acercaba sin remedio a la terracita del bar cuando me doy cuenta de que la terraza hace esquina con otra calle dándome la opción de pasar por delante de él o esquivarle dando la vuelta por la calle de detrás.
Julio aún no me había visto, así que mis pies aceleraron el paso para tomar la calle de atrás antes de que levantara la mirada.
¡A salvo!
No me lo puedo creer.
Todos los procesos mentales de mi ego a la vista. Como si una lupa los pusiera delante de mí. Para verme, para observar como funciona mi mente.
Me siento agradecida por ello.
A un par de kilómetros, por fin, he encontrado una Iglesia abierta.
Entro.
Me resguardo del sol que empieza a apretar.
Y conecto con Él, con Awoun, con mi Padre.
Todo me lleva a cuando era niña.
Cuando lo sentía muy fuerte dentro de mí, en mi corazón.
Él sigue aquí.
Y poco a poco puedo sentir como el muro construido con el paso de los años va dejando caer algunos ladrillos.
Él sigue aquí.
Y hoy, mi mirada sostiene menos creencias de cómo debo ser para que Él me ame. Afortunadamente.
Y en mi mente brota este rezo:
"Ten piedad si en algún momento tengo pena de mí misma y me creo desfavorecida por la justicia de la vida porque sienta que no merezca las cosas que me suceden pues jamás conseguiré tomar mi poder.
Ten piedad también si soy cruel conmigo misma y solo veo maldad en mis propios actos y si me considero culpable por las injusticias del mundo porque estaré olvidando tu ley que dice: Todos los cabellos de tu cabeza están contados.
Ten piedad cuando me empeñe vencer al mundo y me olvide de que el combate siempre es interior, siempre conmigo misma.
Ten piedad cuando tenga miedo de tomar en mi mano una pluma, un pincel, un instrumento, una herramienta porque crea que alguien ya lo hizo mejor que yo y no me sienta digna de entrar en la mansión portentosa del arte.
Pero ten aún más piedad si tomo una pluma, un pincel, un instrumento o una herramienta y transformo la inspiración en una forma mezquina de sentirme mejor que los otros. Me estaría olvidando de tu tu ley que dice: Nada está oculto sino para ser manifestado y nada se hace a escondidas sino para ser revelado.
Ten piedad cuando cómo y bebo y me harto pero soy infeliz y me siento sola en mi hartazgo pero ten más piedad si ayuno, censuro y me siento mejor que otros predicando cómo han de hacer los demás.
Ten piedad cuando tema la muerte y me olvide de los muchos reinos que caminé y las muchas muertes que ya sufrí y me dé por pensar que todo acabará un día, pero ten más piedad si conociendo mis muchas muertes comienzo a considerarme inmortal porque habré olvidado tu ley que dice: Quien no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios.
Ten piedad cuando me esclavice por el lazo de seda del amor y me crea dueña de alguien y sienta celos y quiera retener a alguien a mi lado con veneno y torturas porque no logre ver que el amor cambia como el viento y como todas las cosas, pero ten más piedad si un día tengo miedo de amar y rechazo el amor en nombre de un amor mayor porque me habré olvidado de tu ley que dice: Quien bebiere de esta agua nunca más volverá a tener sed."
Muchas horas después llego a Pieros.
He llegado muerta. Cansada. De bajón.
No encuentro nada de la emoción de ayer en mí.
Agotada por el asfalto, el dolor de mi pie y la mente.
Esto también hay que abrazarlo. Forma parte de la vida.
El albergue es precioso.
Es… hippy. Rústico. Pequeño. Acogedor.
Y ¡sorpesa! Con una salita para meditar.
Cuando llega Julio me encuentra allí y hacemos juntos un poco de yoga para estirar el cuerpo.
Cero comentarios sobre los whatssap
Cuando llegan los demás abrimos el círculo para compartir cómo nos ha ido el día.
A diferencia de los demás albergues por los que hemos pasado, aquí, cenamos todos los peregrinos juntos. Somos como una pequeña familia. Diferentes idiomas, pero un mismo lenguaje, el del camino.
Carlos, el chico con el que hablé en Molinaseca también ha llegado a Pieros. De alguna manera se suma a nuestro grupo. Es bastante introvertido pero su presencia se siente y es agradable.
Antes de ir a dormir Julio me propone que a la mañana siguiente salga de noche. Sin decir nada a nadie. Me deja su frontal.
Entre qué guay y qué miedito, me meto en el saco.

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