
PEREGRINANDO HACIA SANTIAGO
Diario de una maga que no sabe que lo es
NO LLEGARÍA ANDANDO Y EL BORRACHO
3/5/23
El día 9 del CAMINO.

He dormido de maravilla.
Hemos despertado temprano y al poner los pies en el suelo he notado que la cosa estaba fea, fea por el dolor.
Salíamos a las 6’45h de la mañana.
Esta vez no iba a tener problemas para seguir mi paso. El lateral del talón derecho ha empezado a ponerse morado y a duras penas podía caminar.
Entiendo que hay que ir despacio hasta que el pie entre en calor.
Voy cojeando y con miedo de cargar tanto el otro pie que me quede sin ninguno de los dos.
Julio sigue mi ritmo, pero es distinto de ayer.
No siento presión.
En esta ocasión mi cuerpo manda más que la cabeza.
Me pregunto si no debería ser siempre así.
Me gusta mucho caminar a estas horas tempranas, es la mejor hora. Y el regalo del amanecer es siempre increíble.
Veo mucha agua a lo lejos.
Me imagino que es un pantano, pero más cerca me doy cuenta de que no.
Al paso de Puertomarín me encuentro con el Miño. Me emociona.
Me emociona mucho haber llegado andando hasta allí.
Al pasar el río, el camino nos presenta de nuevo una bifurcación: camino principal vs camino complementario.
No hay más pistas.
Es una elección a ciegas.
Cogemos el complementario que nos hace pasar por un bosque maravilloso. Hay muchísimos peregrinos porque Puertomarín es una de las etapas de parada típica de los peregrinos.
Julio, sin embargo, lo ha planeado todo para ir evitando estas multitudinarias etapas. Pero a la hora que estamos pasando por Puertomarín es la hora típica de salir. Así que hay muchos, muchos peregrinos.
Voy cansada y mi pie se queja.
A mitad de una subida le digo a Julio de hacer una parada a la orilla del camino, no hay otro lugar, para tomar aliento y los pocos frutos secos que nos quedan.
Me descalzo y el pie está feuco.
Julio saca el tambor y reza un par de canciones.
El tumulto de peregrinos que va subiendo para, se aproxima y le hacen fotos y vídeos.
De pronto, una peregrina se me acerca y me dice algo en inglés.
Pongo cara de I don’t understand y miro a Julio para que me traduzca.
Me dice algo así como que nos conocemos de varias etapas y albergues de atrás.
Le sonrío para asentir, aunque yo no me he quedado con su cara, soy muy mala para eso.
Y de pronto, ¡¡saca de su mochila el vril! ¡Mi vril! ¡El que había perdido a la orilla del camino cuando lo dejé para calzarme de nuevo!
Ohhh… ¿cómo sabía que era mío?
¡Claro, yo lo llevaba siempre en la mano! Contando respiraciones, rezando…. Y ella se habría fijado.
Lo recogió con la esperanza de volverme a ver.
Ha sido tan emotivo. Me siento tan agradecida.
Nos hemos fundido en un fuerte abrazo.
Y después, con el desapego de los buenos peregrinos, ha seguido su camino.
Ains…
Le he querido enseñar el pie a Julio para, no sé, que me diera su opinión… y de pronto se han acercado montones de peregrinos con tiritas, apósitos, ungüentos, vendas… de distintos lugares, países, idiomas… todos queriendo ayudar.
Me he vuelto a tapar la ampolla y un peregrino me ha vendado en pie para que tuviera un poco más de sujeción al caminar.
Ha sido un momento tan mágico.
A partir de ahí he empezado a subir de nuevo con la ilusión de que la venda me ayudara.
Pero no ha sido así.
El dolor, al enfriarse cuando paro para descansar, es tremendo.
Y he empezado a llorar tomando conciencia de que seguramente yo no iba a poder llegar a Santiago andando.
En estas últimas horas no hay camino, no hay paisaje, solo hay dolor a cada paso y lágrimas que brotan mezcla del dolor y la tristeza de saber que mis pies no llegarían.
Después un buen rato caminado a paso de hormiga, llorando, sumándole el miedo de hacerme un daño irreversible, hemos vuelto a descansar bajo otro árbol… hoy también hace calor.
Le cuento al guía mi inquietud, en qué pensamientos ando y siento que al soltarlo por la boca me libero un poco.
Nos tumbamos y nos quedamos dormidos bajo el árbol.
Al despertar, él se queda fumando y yo cojo mi lento paso para seguir adelante.
Me sentí mejor emocionalmente, bastante mejor.
Julio me alcanzó enseguida y llegamos a un bar.
La tortilla de patatas me sentó de maravilla.
Luego fue todo camino abajo y mi ánimo se vino arriba.
Había dolor, pero ya no sentía la presión de mi mente. Algo dentro de mi había aceptado que no pasaba nada si llegaba en taxi.
Julio y yo nos pusimos a hablar.
No era corriente que hablásemos en plan conversación, pero en ese momento nos pusimos a charlar.
Imbuidos en nuestra conversación "hicimos un Dara", ya sabes, nos saltamos una flecha indicativa del camino.
Salió un guardian del camino a rescatarnos, así le bautizamos.
A cambio del rescate nos pidió un abrazo y nos invitó a acercarnos a la sede de su asociación donde ofrecían café, limonada, agua…
Situado en un lugar estratégico para rescatar o devolver al camino a los peregrinos que se despistan, como nosotros.
Una gente mágica y maravillosa.
¡Tenían guitarra!
Así que la pedimos prestada y tocamos música y cantamos canciones a las que ellos se unieron con la caja y ¡el piano!
Aquello era cosa de ángeles. ¡Qué rato más bueno!
Una parada preciosa a solo 3km de nuestro próximo albergue "A paso de Formiga"… ¡qué casualidad jeje como había ido yo toda la etapa, a paso de hormiga.
Al llegar al albergue nos reunimos por fin con Lola y Francisco ¡¡qué alegría nos da el reencuentro!
Todo ok en el albergue, pequeñito. Nos alberga a nosotros 4, a una pareja escocesa y a un chico colombiano.
El mesero, un chico joven, nos parece simpático. No nos dimos cuenta de que quizás estaba “demasiado” simpático.
Después de servirnos la cena nos invitó a unos chupitos y sacó bebidas alcohólicas de mayor rango.
Algo debía de llevar ya puesto cuando llegamos porque se puso enseguida evidentemente borracho.
¿Tu sabes cuando se dice que alguien tiene mala bebida?
Pues eso.
Se puso a gritar, sobre todo a Julio, diciéndole que el no había pagado, cosa que sí había hecho. Tirando vasos de cristal al suelo. Cortándose él mismo.
Nos retiramos antes de lo previsto, pero era mejor dejar de darle energía.
No obstante, oíamos sus subidas y bajadas a trompicones por la escalera y dando voces. ¡Menuda noche nos esperaba!
Hasta que entró en la habitación, donde dormíamos los 7, de lado a lado, como una cuba, buscando a Julio para que pagara.
Yo conozco a Julio y noté con que ánimo, ya calentito, bajaba de la litera… ufff, pensé que se liaría y acabaríamos con la policía en el albergue.
Pero mientras daba los pasos para acercarse al mesero, reguló su fuego y bajó al mostrador para pagarle de nuevo.
Yo sentía que la habitación era una ratonera, al fondo de la escalera sin ninguna otra salida… no me quedaba tranquila.

- Peregrinando hacia Santiago. Diario (XI) - 7 junio, 2023
- Peregrinando hacia Santiago. Diario (X) - 5 junio, 2023
- Peregrinando hacia Santiago. Diario (IX) - 1 junio, 2023
Deja una respuesta