
PEREGRINANDO HACIA SANTIAGO
Diario de una maga que no sabe que lo es
DIME DONDE ESTÁS QUE VOY A BUSCARTE
2/5/23
El día 8 del CAMINO.

El albergue del monasterio de Samos me ha dado la noche más silenciosa que haya vivido hasta ahora. Eso o que la Wachuma seguía haciendo su trabajito mientras dormía.
Se avecina etapa larga.
Para reencontrarnos con nuestros dos compañeros, Francisco y Lola, que tomaron el otro camino en la bifurcación de Triacastela, tenemos que hacer dos etapas más largas de lo normal para poder alcanzarlos.
Es lo que hay.
Me acompaña Julio en este tramo del trayecto. Su marcha es rápida para mi y aunque le suelto algunas indirectas no se da por aludido.
Vamos tan rápido para mi que no me da para disfrutar, solo para meterme en bucle en la mente: díselo ya, que te suelte, que siga sin ti…
En ese bucle mental alimentado por un ritmo de caminar que no era el mío, la crisis tenía que llegar.
A la llegada a Sarria, sin tener conciencia de por donde narices habían caminado mis pies durante los primeros 10km, he parado en una zona de descanso y se lo he dicho a Julio.
- Julio, prefiero que me sueltes y sigas el camino a tu ritmo y yo al mío.
- Dara, yo no te tengo cogida, no puedo soltarte.
¡Zas!
- Entiendo. Soy yo la que no te suelta.
Nos hemos despedido.
Y yo me he quedado echa polvo observando mis movidas mentales, mis patrones, mis creencias.
Después, sin demasiado ánimo porque físicamente me encontraba mal, aunque más ligera mentalmente por no sentir la presión del ritmo de caminar, me he puesto en marcha.
En Sarria he podido comprar unas tiritas para mi ampolla y un gel de árnica. Y un poco más adelante unos frutos secos y una tableta de chocolate. Observo lo del chocolate, es la primera vez que compro y es justo cuando tengo un bajón emocional ¡interesante!
Me ha costado salir de Sarria. Demasiadas cuestas y esas dichosas escaleras para rematar mis ánimos.
Mezcla de la velocidad en la que hemos caminado esos 10km primeros y toda la movida mental entre sentir mis necesidades y tener querer ser una niña buena y no defraudar, sentir que no honro lo que deseo y permitirme ir a mi bola… han hecho que en la subida empinada de un sendero precioso donde los árboles hacían de túnel haya explotado a llorar.
No podía más.
He llamado a Suni. Aún no lo había llamado en estos días, así que se ha sorprendido. Me he desahogado contándole lo que me había pasado y me ha ayudado a ver lo que me cuesta hacer las cosas a mi manera y desmarcarme si siento que hay alguien que lo quiere distinto a mí.
Es cierto, me pasa en mi vida cotidiana. El camino solo me lo ha mostrado para que lo vea nítido.
Ese tener que complacer que me impongo a mí misma, me roba energía.
A pesar de que Julio se puso detrás de mi para que yo marcara el paso, no he podido. Me he metido tanta presión que he terminado cao.
Después de hablar con Sunie he grabado alguna historia en instagran a modo de desahogo también y he mandado varios WhatsApps a mi familia para contarles que hoy era mi día de crisis y me han dado ánimos.
Pero mi padre me ha tocado el alma.
Él sólo ha escrito:
- Dime dónde estás que voy a buscarte.
Y de nuevo la emoción en forma de lágrimas han llegado a mis ojos.
Querido papá. Gracias, por tanto. Yo también te quiero…. Mucho. Es lo que ha gritado mi corazón.
Con ese corazón un poco más ligero, sintiéndome apoyada, he terminado de subir ese empinado sendero para llegar a una explanada desierta de árboles donde he podido comprobar cómo apretaba con fuerza el astro sol.
Han sido muchos kilómetros a la intemperie, como si de pronto ya no estuviésemos en la verde Galicia. Los pies me ardían, como si fuese pisando ascuas encendidas a cada paso, sobre todo el que tenía la ampolla.
En lo alto del cielo azul tan limpio y despejado tres rapaces.
Tenía tanto calor, que había pensado parar a uno de esos tractores que veía continuamente pasarme para subirme y que me quitara algún tramo de caminar.
Y me he dicho en mi cabeza, al próximo que vea lo paro.
Pero antes de que pasara ningún otro tractor he visto a Julio parado a la sombra de un árbol a la orilla del camino.
Me he acercado hacia él y hemos descansado juntos.
Me ha contado que estaba realmente cansado y que se ha visto en la necesidad de parar. Y me ha confesado que realmente ha salido con prisa y que esos 10k ahora le estaban pasando factura.
He compartido mis nueces y mi chocolate con él y he seguido mi marcha. Sola.
Llevaría unos 19km cuando he llegado al albergue de Barbadelo. ¡¡Precioso!! Era el albergue en el que habíamos decidido parar si las fuerzas no nos daban para llegar a Mercadoiro.
Pero, a pesar de todo lo vivido y de lo cansados que estábamos, el plan no era parar aquí, al menos no me lo había dicho.
La fuente que tenía a la entrada el albergue era muy bonita y de una frescura increíble. Me descalcé y aún temiendo que me llamaran la atención, metí mis pies en uno de sus platitos.
Apagué el fuego de mis pies, estuve allí un buen rato. Me los sequé, le unté el gel de árnica que había comprado y le puse una buena tirita, especial para ampollas a mi pie.
No estaba como nueva, pero estaba mejor.
Aún tenía 9 km por delante, me los tomé con calma y canté… encontré la banda sonora del día jeje y me animó.
Encontré el mojón que marcaba los 100km a Santiago ¡ya había caminado 166! Y eso me dio un chute de energía extra.
Bajando contenta por un sendero he leído casi sin darme cuenta un cartel en piedra que ponía: Mercadoiro.
¡Ostia, he pensado, si ahí es donde tenemos que quedarnos!
Pero he asomado mi cabecita a través del muro y he dudado. El sitio era como un parador paradisiaco. No podía ser.
Así que me he tumbado sobre un murito de piedra a esperar a que llegara Julio y ver donde era la parada final.
20 minutillos después ha llegado Julio que ni siquiera había leído el cartel de Mercadoiro, simplemente al mirar el lugar había pensado: - Joder, como se lo montan algunos.
Le he preguntado si era nuestro albergue y se ríe de mí. Le digo que pone Mercadoiro y parece incrédulo. Subimos los 10 pasos necesarios para llegar al cartel, pensando: hemos dicho que ni muertos andamos para atrás y lo estamos incumpliendo.
Y cuando lee Mercadoiro se queda flipado.
Asomamos tímidamente nuestra cabecita y preguntamos por Manuel. El mismo que nos confirma que efectivamente, ese paraíso era nuestro albergue de hoy.
Era tan bonito que ni creíamos que podía ser el nuestro. Nos tenemos que mirar de cerca el merecimiento.
Además, nos hemos alojado en una habitación doble, nada de compartir con más peregrinos. Habitación con su toalla blanca, esponjosa y suave. ¡Cuánto agradecimiento!
Después de una rica ducha de agua caliente hemos hecho yoga en la explanada de verde césped y se nos han sumado otros dos peregrinos: Luis y Belén.
Hemos visto el bello atardecer y nos hemos regalada una cena de lujo: pulpito gallego con una buena cipa de sangría.
Lista para meterme en la cama vestida con sábanas también blancas y limpias veo que tengo los pies un poco hinchados. Confío en que la noche los relaje.
Ha sido mi etapa crisis, La más dura hasta el momento. Al menos emocionalmete hablando.

- Peregrinando hacia Santiago. Diario (XI) - 7 junio, 2023
- Peregrinando hacia Santiago. Diario (X) - 5 junio, 2023
- Peregrinando hacia Santiago. Diario (IX) - 1 junio, 2023
Deja una respuesta