
PEREGRINANDO HACIA SANTIAGO
Diario de una maga que no sabe que lo es
SUBIDAS, ORÁCULOS Y VIKINGOS
30/4/23
El día 6 del CAMINO.

Hoy hemos amanecido con calma.
En el Pequeño Potala éramos sólo nosotros y una alegre y vivaz coreana del sur que llevaba ya 25 días de camino. Había salido de Saint Jean Pied de Port, el principio del camino francés.
Nos han ofrecido un estupendo desayuno, la primera vez que desayuno antes de salir, y nos hemos puesto en marcha.
Hoy es la etapa reina, así la llaman.
Son 10km de subida, una gran subida.
La más conocida de las subidas duras del Camino de Santiago, en el Camino Francés. Nos cuentan los peregrinos que ya han hecho la travesía más de una vez, que se pasa de pistas forestales a senderos de forraje. Que la nieve es habitual en invierno y la recompensa es el bonito pueblo que aguarda en lo alto. Con su arquitectura de piedra, sus pallozas, destila un ambiente medieval en el que recuperarse del ascenso.
Puede que ahora, libreta en mano, esté a mitad de camino en esta tremenda subida. Me he descalzado y estoy sentada en la hierba de una explanada preciosa llena de verde y fresco césped y numerosas y diminutas flores amarillas.
Descanso y escribo.
En esta primera parte de la subida hemos encontrado mucho barro, mucho, mucho. Y me he acordado de Sunie y de mí, de nuestra relación.
Yo soy una mujer agua.
Sunie es un hombre tierra.
En nuestra vida cotidiana es fácil de ver.
Yo fluyo, soy líquida, escurridiza, variable.
Él es firme, estructura, rigor, solidez, disciplina.
El agua da blandura a la tierra, la refresca, la fertiliza.
La tierra da cauce al agua, la dirige, le muestra el camino más fácil.
Juntos somos un gran equipo, pero, a veces, a veces, las cosas parecen desordenarse y lo que vemos es barro.
Su tierra y mi agua forman un barrizal tremendo en el que nos quedamos atrapados por tiempo, demasiado tiempo.
El agua anega. La tierra deja de ser cauce.
Y nos olvidamos de que somos un complemento mágico el uno del otro.
Nos olvidamos de abrir el corazón y de recibirnos agradecidos.
Gracias querido, por ser mi tierra.
Quiero volver a ser el agua que moje tu tierra.
Quiero volver a ser tu rocío en la mañana y tu río en verano.
¿Quieres ser la hierba fresca que me reciba en el alba y el cauce que recoja mi agua en verano?
Quiero volver a empaparte, mi amor.
Todo el día fue de subida. ¡Qué ilusa pensar que estaba a la mitad de la subida!
El pie comenzaba a dolerme por el lado cercano a la zona del talón por ir pisando mal para no generar peso sobre la gran ampolla de la planta.
Subía despacio, muy despacio. Y ese despacio me iba drenando las fuerzas y las ganas. Así que de pronto, dándome cuenta de esto, tomé la decisión de acelerar. El dolor iba a estar fuese deprisa o despacio ¡qué más daba!
Y fue estupendo.
Comencé a llenarme de energía y mi cuerpo casi quería correr.
Recorrí las altas cumbres feliz y canturreando una vieja canción que me vino a la mente. No me preguntes por que me la sé.
Y allí, en lo alto, entré en una pequeña iglesia donde sonaban cantos gregorianos. Siempre me han gustado, pero allí me sonaban a gloria.
Tan emocionaba iba que no veo la señal amarilla y me lanzo como más de medio kilómetro en dirección equivocada. Menos mal que me ve Francisco y echa a correr, a correr, ¡pobre! para avisarme.
Con varios despistes de esos a mis espaldas, en el grupo llamamos "hacer un Dara" a saltarse una flecha.
Agradecida infinitamente a su rescate continuamos juntos y un poquito más adelante nos encontramos con Julio y con Carlos que estaban refrescándose en una fuente de agua fría fría.
Allí nos anuncia Carlos de que nos queda la última subida, una subidita corta, pero nada inocente, el Alto del Pollo (Alto do Poio) con una altura de 1330m, que junto con la subida O Cebreiro que también he subido hoy, son los dos puntos más altos del Camino gallego.
La subo a gatas, casi literalmente a gatas. ¡Tremenda empinada!
Justo en lo alto, estratégicamente situado el restaurante donde paramos a comer. No hay Dios que no pare ahí jeje.
Poniéndonos los manteles estaba la guapa mesera portuguesa cuando llegó Lola.
¡Los 4 a la mesa!
Después de la ardua ruta, permitimos que la sobremesa se alargara.
Tocamos el tambor, cantamos, y Julio abrió el oráculo del maíz para que nos ayudara a decidir si hacíamos la parada en el sitio previsto, Fonfría o seguíamos hasta Triacastela.
El maíz dijo que nos quedáramos en el sitio previsto ¡gracias maíz!
Los 3km restantes eran de llaneo, pero mis pies me iban matando.
Me descalcé para hacer parte del camino pero pronto me tuve que volver a poner el calzado ya que las pequeñas piedras eran insufribles en mis plantas doloridas.
En esos cambios de zapatos me dejé olvidado mi vril en la tierra. (ya sabes, mi cuenta respiraciones)
El albergue "Reboleira" es impresionante.
Entero de madera y con zona común muy acogedora, llena de puf y sofás.
El mesero muy guapo y la mesera muy muy simpática.
De nuevo cenamos todos los peregrinos, unos 50, juntos, en una gran mesa que era como una media luna, dentro de una gran palloza. Me recordó a la serie de Vikingos jejejeje y brindamos por el camino y los peregrinos con un gran sköl.
Después de cenar nos fuimos a ese hall tan acogedor, nos prestaron una guitarra y cantamos hasta que nos hicieron callar. Serían las 10h de la noche.
Cuando entramos a la habitación ¡¡Oh my Good!! Allí estaba aquel tipo, Tor.
Tor el roncador.
Si, su ronquido era inconfundible, era él.
Eso pasa por invocar a los vikingos.
Aunque ya teníamos las camas montadas lo tuvimos claro.
Teníamos camas libres en la habitación contigua, así que nos mudamos.

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